“EL HURACÁN DE VILLA
FIORITO”
Arden
las gargantas de alegría
¡Cuánta
emoción!
¡Qué
bizarría!
Sos
un relámpago de sueños, lleno de goles y algarabía
Villa
Fiorito, tu humilde cuna, parió un cometa multicolor,
alzando
su magia hacia las estrellas como un
huracán de
gloria,
con destino al sol, logrando incendiar las almas,
con
tus variopintas piruetas, con la fuerza de un meteoro,
galopando
en cada gambeta destino al gol, con la
luz de
un
divino acróbata, eludiendo con gracia a su defensor…
¡Nuestro
Diego! ¡Querido Diego!, sos la mítica leyenda de una
gran
canción, surcando los aires, cual bello cometa, y un tifón de
estrellas,
perfumando el corazón.
Debutaste
en Argentinos, con las alas de un niño, de un rebelde niño,
el
cual soñaba con pasión, dar la vuelta al mundo y convertir a la
Argentina,
en semillero de marcianos junto a la mística del gol, y
volaste
alto, gambeteando estrellas, barreras infranqueables que te
colmaron
de dolor, y de esa gran pelota, hiciste tu credo y tu bandera,
ojalá
mi Dios pudiera, tararearte una canción, y que la vida misma, en
dulce
beso, la primavera, levantar pudiera, un planeta solo para vos,
y
la voz de un ángel y su lluviecita compañera, alcen vuelo hasta el
Paraíso, de una canchita,
allí en Plutón, Diego querido, sos un prístino destello de una moderna melodía que
de alegría y puro gozo, me ha hecho estallar el corazón
¡Incendia el poema de una
pelota en el arco!
¡Desvirga el aroma del
hechizo de un gol!
Y las lágrimas duermen junto
a epifanías de plata,
junto al onírico paisaje
del rocío de una flor, y el
trofeo ya en tus manos,
centellea como un sol,
como un universo de
emociones, bajo los dulces tallos del amor
¡Vuela muy alto, querido
Diego!, y baila un cuarteto sabrosón,
Despliega tus alas cual
ave fénix, como un cometa de excelencia,
pincelando
cual Picasso, con fantasías y sombreritos, una pelota celeste y
blanca,
por corazón.
Lloran
mis ojos bailando en la aurora, en diluvios de magia, talento y
pasión
Y
su brillo se esfuma despacito, de un onírico sol rayito a rayito,
están lloviendo
meteoritos mis ojos grises y hay peligro inminente de una explosión, vuela cual
paloma, ¡Diego querido, Dieguito!, huracán de Villa Fiorito, y arranca con tu
pegada de febril pasión endiablada, el agónico grito de las gargantas, como
dios en Tierra Santa, de la hinchada ilusionada, que tenés tatuada en el
corazón.