domingo, 6 de agosto de 2017

"EL BESO ALADO DE LAS ESTRELLAS: EL PODER DEL CORAZÓN"

  “EL BESO ALADO DE LAS ESTRELLAS”: “EL PODER, DEL CORAZÓN”
AUTOR: KRYST C. LYONELS
GÉNERO: RELATO BREVE                       
Era un precioso día de primavera. Los oníricos rayitos de sol, pincelaban un apasionado destello iridiscente, casi sobrenatural, sobre las aguas turmalina, de una laguna  ya, que hacía algún rato había llovido a cántaros, y ahora, un pintoresco tobogán arco iris, se elevó hacia el firmamento, como un maravilloso y colorido dragón multicolor, rumbo a la luna. Mientras, los pajaritos cantores, nos deleitaban, con la celestial y fabulosa música, de sus “pío-pío”.

En tanto, los coches, parecían despegarse de la acera, con la potencia arrolladora, de un tren bala. Mientras, unos divertidísimos pequeños, jugaban al fútbol, y, en ese preciso instante, uno de ellos, disparó la pelota con violencia, la cual, tras agarrar una comba impredecible, acabó
por impactar de lleno, en la entrepierna, del gordito arquero, quien se estrelló contra el césped, como una pesada bolsa de papas. Aquéllos niños, tras pegarse un susto de película, ayudaron a su amigo, a incorporarse.

Mientras, desde el otro lado de la plaza, un papagayo arco iris, se dirigió hacia el norte, atravesando las herculescas copas de los árboles. Justo en ese momento, oí un sonido dulce, efímero y ardiente, (como el dulzor del primer beso, de una estrella adolescente).

Parecía provenir del mismo cielo…

“¡Definitivamente música, para morir enamorado!”_ pensé. Giré mi cabeza, y allí, parada
frente al pálomar, una preciosa niña, de zapatitos de charol, vestido rosa y ojos tan hermosos y celestes, como rocío el cielo.

“¡Es un ángel!”_ suspiré. Y acto seguido, acabó la función. Y el melifluo sonido del violín, tras apagarse, me volvió a la realidad…

_ “¡Tttt!”
_ ¡T-tocas, m-mmm... muy biii… bien!”_ le susurré al oído, mientras la jovencita, empacaba su instrumento…
_ “¡Grrr… graa… gra...ci...as!”-_ agradeció la joven, poniéndose colorada, (como la más jugosa y refrescante, pulpita de sandía).
_ ¡Bbbb!…
_ ¡Bbbb!
_ ¡Booo.. boniii.. bo-ni-ta chhha…!
_ ¡Chaqqq…!
_ ¡Chaquettt!…
_ ¡Cha-que- ta!
_ ¡Grrr...!
_ ¡Graaa… gra… gra-ciii- aaas, bbb… booom… bom-bón!_ le dije, mientras la contemplaba, parado frente al autobús de la itinerante banda musical.

_ ¿Cccc…?
_ ¿Cuuu… cu-aaa… cu-ál eee… es tttuuu… tu nom… nom-bre?…
_ ¡Pppp…!
- ¡Paaa...tri… ciii...o!
           
_ ¿Yyyy… ttt… ttt.. tttúuu… tú?_ inquirió la dulce princesa, del vestidito rosa.
_ ¡Aaaa… riii… eee… la!..
_ ¡A-rie-la!- concluyó su frase, la pequeña. Fue así, que Ariela y yo, congeniábamos de maravilla…

A ambos, nos gustaban las películas de comedia, comer papas fritas y caminar “etéreos”, por el campo… lleno de preciosas vaquitas, cariñosos terneritos y Felipe, nuestra mascota, un fantástico y juguetón perrito, adicto al licuado de uva, con la cabeza más grande que un termotanque y las patitas, delgadas y finitas como escarbadientes. Me encantaba su compañía, y estos seguro, de que Arielita, me adoraba, tanto como yo. Esos mágicos años, nos la pasamos viajando, con su banda musical.
Estuvimos en Buenos Aires, dando funciones, en el mítico Teatro Colóm. Pasamos por Viena, (en Austria), donde bajo la serendipia de los sueños, “le juré que la amaría, hasta el último aliento”. Además, en Italia, comimos pizzas y paseamos por Venecia, sobre esos románticos botes, de perfumadas maderas de cerezos. Y bajo el
alado resplandor de las caricias del arco iris, probé del dulce néctar de su boquita, por primera vez. Y en Finlandia, gozamos de sus paradisíacos y nevados paisajes, y jugamos a
escondernos, y hasta armamos un obeso muñeco de nieve, y hasta adornamos su carita, con
nariz de berenjena, ojitos de aceituna y hasta un sombrero de vaquero.

¡La pasábamos genial!

Y, de paseo por Argentina, viajamos a la maravilla hecha copitos, de “la ciudad del hielo eterno”, de la bella San Carlos de Bariloche. Y esa vez, hasta aprendimos a esquiar. “Como dos palomas de amor, surcando los paisajes, de las nevadas puertas del Cielo”. Y… ¿recordás Barracas, amada mía?… ¿donde bailamos esos tangos?, y las melodías navegaban en tus oídos
de sirena, mientras mis piernas “de madera”, vibraron esa noche, “al compás, del dos por cuatro”…

Y nos besamos. Y el verano en nuestros cuerpos, hizo estallar nuestras hormonas. Con la
galáctica potencia, de un incendio tropical…

Y te hice el amor. Y pincelé con la roja tinta de mis labios: tu figura de Venus de Milo, tus
caderas de sirena, de corales y cayenas…

Y te besé en la piel. En los eróticos pétalos de tus labios, planté… los respalndores celestiales de las estrellas…

Y gemías y la música de tus gemidos, era la más bella melodía… como si los ángeles en el Cielo, festejaran de alegría, la desnudez de las estrellas, trayerndo luz a nuevas vidas.

“¡Fue realmente maravilloso!”

Recuerdo, que ambos lloramos, al recordar ese dulce encuentrop, que hoy tiene olor a lejanía…

Pero algo malo ocurrió… y Lucifer, metió la cola. Y me confesaste entre llantos, que tú te
hallabas enferma, que de seguro, morirías. “Y quise enterrarme, cien metros bajo tierra”… y
tomé tu mano de azucenas, y, tras las lágrimas, te dije:

_ “Aaaa...mor”…
_ A...mor…

_ “Esss-ttta-rrr- eee cooon...ti...go, passs… passs… pa-se, looo… qqqq… que passs… pa-se”.

Y acto seguido, mi “princesa”, se durmió en mis brazos. Luego… me quedé pensando: “¿Qué es el mal de Mortimer Sun?…

Según Ariela, era una enfermedad peligrosa y poco común: empieza, con falta de enrgía, descenso de peso anormal… y, en casos avanzados… puede conducir a la muerte.

¡Qué horror!_ me incorporé sobresaltado del césped. En ese preciso instante, unos repulsivos malvivientes, intentaron robarle a mi Ariela… y ella, como pudo, solicitó ayuda. Los gritos, alertaron a los vecinos, quienes armados, salieron de sus hogares. Además, trataron de violarla. “Eran cinco los malparidos”. Pero, no pudieron. Pues, mi amada, se resistió. Yo me interpuse entre ellos, y alejé a mi amada, de sus garras. Y logré liberarla. Pero, en ese preciso instante, los malditos hijos de puta, me gatillaron, a quemarropa. Caí. Las divinas manos de Ariela, me cobijaron. ¡Estaba malherido! ¡Mierda! Y las lágrimas de mi enamorada, caían sobre mi pecho, como cósmico rocío de azucenas. De inmediato, llegó la ambulancia, y, tras ser operado de urgencia y recibir sangre, todo volvió a la normalidad. “¡Y volví a la vida!”…

Estaba escuchando, la maravillosa música del violín de Ariela, cuando súbitamente, su cuerpo, invocó el vómito. Se la veía débil, con enormes ojkeras color petróleo y el rostro pálido, como una hoja en blanco.

¡En… fer… me..ra!- chillé desesperado. “¡Ariela, estaba muriendo!”. En un santiamén, arribó el personal del hospital, y, tras mucho dolor, y varias horas de espera, nuestro hijito, nació. Mi pimpollito, al ver que era niña, eligió llamarla: Ariela. “Ariela Violeta Domínguez”. “¡Nuestra hijita!”. Luego, nos dimos un apasionado besito, con gusto a libertad. Nos abrazamos. Y, acto seguido, mi “estrellita”, me pidió que le cantase al oído, nuestra canción favorita: “Perdido en tus besos”. La canté, con el alma, como si fuera, la última melodía del universo…

“Per...di..do… ba...jooo..la...s… alll...as… ddd… deee... tuuus… beee… sss… so...s”_ tarareé la dulce melodía. Y acto seguido, los luceros de sus ojos, se extinguieron. Acaricié su rostro y lloré, con mi juguetona “princesita”, entre mis brazos. Luego, el sueño, me cubrió bajo sus alas.

Horas después, desperté. Pues, había oído un ruido… Una bella criatura, vestida de blanco, me miró con ternura.

“¡Era un ángel!”
“¡Arielita, venció a la muerte!”_ sonreí de alegría.

_ “¡Tooo… ma... mmmiii… ma… nooo, aaa...mooor!”_ me dijo, y partimos de allí. Mientras los tiernos rayitos de la luna, hacían arder nuestros cuerpos. Y allí, parados,  junto a las llamas del amor, en el onírico santuario de sus besos, la tomé de la cintura, y nos perdimos en un sueño, un sueño mágico y ardiente, que nos hizo reír y llorar, como dos pequeños y lunáticos enamorados, y nos perdimos… en su luz, en la irreal divinidad, bajo este amor, azul
añil, de los bellos pétalos en flor, del beso alado, de las estrellas.


                                                           FIN



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